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Legados del Holocausto

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Nicolás Rodríguez
29 de enero de 2011 - 03:00 a. m.
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NO CONOZCO LA EXPOSICIÓN INAUGUrada en Colombia bajo el título “Shoá, memoria y legado del Holocausto”, que con seguridad será un éxito.

Sin embargo creo que la invitación a repensar el trágico episodio y a recordar el dolor y la humillación a las que fueron expuestos los judíos es también una buena oportunidad para discrepar de algunas de las palabras que heredamos de la Segunda Guerra Mundial.

El legado del Holocausto es un tema de discusión sobre el que difícilmente habrá un acuerdo. Al margen de los negacionistas, que no merecen mayores consideraciones (pese a que en algunos países se llegó al límite, bastante facho, de convertir la estupidez en un delito penal), en un lado del espectro están los que argumentan que nadie puede explicar lo que pasó, que la tortura hecha empresa es una práctica inentendible y que no hay lenguajes para denunciarla. En el otro, caso contrario, están los que defienden la posibilidad de todas las interpretaciones, los que plantean, incluso, que el Holocausto debe convertirse en una experiencia universal, en una fuente de ejemplos sobre lo irrepetible a la que todos tenemos acceso.

En un extremo la sacralización (“nada es comparable con el Holocausto judío”); en el otro la banalización (La lista de Schindler, de Spielberg, que nos hizo creer que la tragedia terminó en un final feliz cuando para muchos sobrevivientes el Holocausto, convertido en fantasma persecutor, apenas comenzaba).

Entre tanto, y acaso con la misma lógica bipolar, el legado del Holocausto que con mayor fuerza puede sentirse en Colombia bien podría ser el de la separación del mundo en víctimas y victimarios. Porque junto con la consolidación internacional de los derechos humanos también terminó por imponerse la dupla víctima-victimario, que de un tiempo para acá es empleada como lente explicativo para abordar el fenómeno de la violencia.

Una violencia que, dicho sea de paso, se compone de una enorme cantidad de zonas grises, de matices y especificidades históricas que pocas veces salen a flote en la narración de los hechos desde que la judicialización del pasado se impuso por sobre otras formas, también legítimas, de abordar el recuerdo y el olvido.

nicolasidarraga@gmail.com

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