Libretos viejos

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Nicolás Rodríguez
30 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.
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Como quedó sugerido aquí mismo la semana pasada: antes del paro el Estado ya había decidido que iba a haber violencia.

El presidente Duque firmó un decreto de orden público y militarización que fue vendido como una necesidad de última hora. Una medida de precaución. En realidad, se trataba de una política de seguridad basada en un libreto viejo y conocido. Pero ya no tan exitoso.

Todo apunta a que el pánico que se tomó ciudades como Bogotá y Cali en las primeras jornadas de paro era parte de la trama. Un giro narrativo más.

El rol que le fue dado al Esmad estuvo a la altura del encargo. De hecho, hubo sobreactuación. A más de uno se le salió el papel de las manos. Ahora mismo casi que convendría una segunda fuerza antidisturbios y oficial, capaz de proteger a los ciudadanos de los gases y las balas raras del Esmad.

No contaban en el Gobierno con que el país está en transición así no se cumplan los acuerdos. El objetivo de frustrar cualquier protesta en vez de garantizarla no es realizable. Al Estado no le será tan fácil aplacar manifestaciones con provocaciones y estrategia antisubversiva.

Las reformas institucionales a la política de seguridad ayudarían con la crisis y hasta le permitirían al Gobierno implementar nuevos relatos nacionales, que les hablen a las ciudades y a las regiones en las que se opera sobre la base de una emergencia permanente.

Hay que cambiar de estilo. La inercia hacia el uso de guiones salidos de la Guerra Fría y abiertamente violatorios de los derechos humanos solo puede agravar la crisis. Por mucho vandalismo que encuentren entre los manifestantes, ya no hay tolerancia hacia los excesos policivos de violencia justiciera.

De repente el plan “El que la hace la paga” se parece demasiado a lo de ojo por ojo y diente por diente. Nos prometieron la modernidad y seguimos en los predios de la Biblia.

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