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Los mínimos

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Nicolás Rodríguez
08 de enero de 2016 - 08:13 p. m.
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Cuando los sabios encargados hablan de economía, no pasa mucho tiempo antes de que un tecnicismo inapelable caiga más o menos de la nada en la discusión.

Por lo general, esto les ocurre a los funcionarios con más nervio técnico que político.

Al ministro de Hacienda lo escuchamos no hace mucho tiempo interrumpiendo sus vacaciones para pasar al tablero y defender lo indefendible. Explicó que la inflación no se mira por regiones ni ciudades ni grupos de ingresos y que por el contrario se toma en conjunto. Como siempre se ha hecho. Dio a entender que si el alza del salario mínimo es inferior que la inflación para determinados sectores, ese ya no es un problema suyo. O del Gobierno. De pronto ni es un problema.

Es más: dada la baja en la productividad, que mejor y agradezcan. Y no solo eso: a tono con las más recientes encuestas sobre el buen desempeño de Colombia en materia de felicidad (que no todo es devaluación), el ministro Cárdenas fue generoso y nos ofreció un poco de su economía moral, para que no se diga que todo son tecnicismos fríos y calculadores: “Tenemos que sentirnos más optimistas, más seguros”.

Del lado de los ministros con más política que técnica la cosa no mejora. Al pobre Lucho Garzón también le tocó frenar un ratico sus vacaciones (parqueó el carro en la carretera para contestar una llamada). La fórmula que encontró por radio fue casi tan olímpica como la de su colega: la situación con el salario mínimo es legal pero injusta. E igual comparto, firmo y asumo la responsabilidad como ministro del Trabajo (y exfigura rutilante del sindicalismo). Cuando quiso ponerse técnico soltó una perla: “La población más vulnerable es la población vulnerable”.

En fin. Los más técnicos hacen política de la felicidad y los más políticos se enredan en una técnica chapulinezca, sin ciencia ni destreza. Así arrancó el 2016. Con esos mínimos.

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