
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La cuenta oficial de los paralímpicos en TikTok fue justa e injustamente criticada. También defendida. Entre los que comentaron, algunos advirtieron que se pasaron de divertidos con la música y los encuadres. Otros cuestionaron la condescendencia. La mirada de pesar. Unos más, atletas incluidos, celebraron el uso del humor para atraer a un público joven.
Cualquiera sea el caso y comparado con los Olímpicos, podría argumentarse que no hubo suficiente visibilidad mediática. Y ello a pesar de las 28 medallas y los 44 diplomas con los que sobresalió la delegación colombiana.
De rescatar la columna de opinión escrita por Juliana Martínez para Vanguardia sobre la relación entre género, discapacidad y las barreras de acceso al deporte, en la que reflexiona sobre el lugar de las mujeres frente a los hombres y la posibilidad que abren las categorías que “permiten la participación de personas trans e intersex”.
Pues bien, no siempre ganan las mujeres trans. Y, al perder, como lo dice Martínez, ganan en inclusión. Y se deslegitima, cabe agregar, la transfobia que tanto se practica global y nacionalmente.
Entre tanto, circularon todo tipo de taras y sesgos. Hubo espacios para retratar atletas paralímpicos como superhumanos y cuasi héroes que dejan atrás sus incapacidades, convirtiéndolos en símbolos de inspiración, en vez de reparar en los retos que presentan las categorías en las que participan (o los esfuerzos y dedicación desplegados para llegar a concursar). Y no faltaron las miradas viejunas, lastimeras y francamente cursis. O abiertamente discriminatorias. La teletón.
No es fácil promover la diferencia o competir en ella. No hay una receta aplicable. La universalidad con la que se suele asumir que unos y otras concursen en condiciones justas va en contravía de las luchas políticas de un movimiento que defiende la diversidad, justamente más allá del deporte y el andamiaje discursivo de la normalidad que este suele imponer.
