QUIZÁ LA PERSONA MÁS INDICADA para lograr que el tema de las chuzadas avance, después del asilo en Panamá de la directora del DAS María del Pilar Hurtado (del que se dijo, con candidez, que por fin una jugada le había salida mal al ex presidente Uribe), es el director de la Policía, general Óscar Naranjo.
Difícil encontrar a un personaje de la vida pública con tantos reconocimientos, galardones y estatuillas. Considerado “mejor policía del mundo” este año, cada que recibe una nueva cruz alguien le pregunta qué opina de sus altos índices de favorabilidad y de si no es hora ya de ingresar a la política. Ayer mismo, de hecho, el presidente Santos lo volvió a condecorar con una cuarta estrella.
El general Naranjo goza, pues, de enorme credibilidad. Por lo mismo el cable de Wikileaks en el que el embajador americano William Brownfield cuenta que el general Naranjo le reveló que sospechaba de Bernardo Moreno y de su posible consejero, José Obdulio Gaviria, difícilmente será desmentido con la facilidad habitual con que suelen ser boicoteadas las informaciones perturbadoras. Pueda que debido a Julian Assange, creador de Wikileaks, más de uno en los Estados Unidos fantasee con la silla eléctrica, pero lo cierto es que ni la organización es una ONG defensora de los Derechos Humanos, ni Brownfield es, que se sepa, un miembro más de la social bacanería.
Como sea, las reacciones llegaron desde Twitter, por donde el ex presidente Uribe respira por la herida y en donde José Obdulio Gaviria, además de confesarnos (como si hiciera falta) que es tacaño (“No me llamen más las emisoras. Estoy en Suiza, sale muy caro y soy muy amarrado”), continúa con las labores de defensa (“A defender un gobierno de varones”) y autodefensa (“Que publiquen mis conversaciones. Verán lo que es ser serio, veraz y leal”).
Es más, antes que denunciar una supuesta mentira, pide que se “investigue la traición”.