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Narcolanchas

Nicolás Rodríguez

27 de octubre de 2025 - 12:05 a. m.

La pregunta de una reconocida emisora radial para sus oyentes es si consideran que explotar lanchas desde el aire es o no útil. El enfoque no es qué opinan de la legalidad de semejante política (que del Caribe ya pasó al Pacífico), de su justicia, inhumanidad o desproporcionalidad.

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La espontánea encuesta parte de la legitimidad del acto, como si las ejecuciones extrajudiciales fuesen una posibilidad sobre la que es normal armar un debate. En vez de emitir radialmente desde Colombia, parecería que lo hacen desde Miami.

Mucho antes de la llegada del matoneo aéreo que vemos desplegado en redes sociales con una curaduría ejemplar en lo que tiene que ver con mostrar el momento exacto en que las lanchas son impactadas, los que han viajado con igual rapidez y efectividad son los neologismos armados con el prefijo “narco”.

La lista es larga: narcoterrorismo es por supuesto el punto inicial, con sus amiguitos la narcoguerrilla y el narcoestado. Les siguen el narcomandatario, el narcogobierno y por ahí mismo los narcocorridos. La narcomanta… y ahora la narcolancha, que era apenas esperable.

Además del lenguaje con el que son armados los monstruos morales que es preciso detestar hasta el punto de su eliminación, hay todo un mundillo del entretenimiento que nos convierte en un espacio natural para el espectáculo. El Caribe y ahora el Pacífico son escenarios para el drama y el divertimento aéreo en el que vuelan en pedazos lanchas como si se tratase de un video juego más.

Más allá de si pretenden presionar un cambio de gobierno en Venezuela, la estrategia visual del reventar lo que toque al estilo Gaza va encaminada a las bases electorales republicanas. Las mismas que aplauden lo que hace el ICE (el cobarde Servicio de Inmigración y Control de Aduanas).

Somos un teatro en el que la parafernalia trumpista ejercita sus músculos. Una antesala. Un laboratorio ya no coyuntural sino histórico, en el que han sido practicadas más de una política belicosa. La guerra aérea sin ir muy lejos ya fue ensayada químicamente con el Plan Colombia. Bajo Trump somos una vez más una oportunidad. Un gimnasio.

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Como buenos actores de reparto que también somos, no es de extrañar que Trump acepte que lo que toca es matar sin preguntar. No vale la pena democrática apelar al Congreso. Esto es puro entrenamiento. Siete lanchas en el Caribe, dos en Pacífico y las que están por venir. Somos un espacio prescindible en el que no hay ciudadanía que merezca ser respetada.

Y si Gustavo Petro se queja, como trató de hacerlo, la respuesta periodística de Coronell y muchos más va en que no contestó educadamente a las preguntas que le fueron asignadas tras su desplante a los Estados Unidos. Tal es la animadversión hacia Petro y sus maneras, que la derecha y representantes varios del supuesto centro tomaron partido por el presidente gringo que le dice Columbia a Colombia y no considera problemático violentar personas en el mar al tiempo que socializa alegremente los videos sobre sus asesinatos.

Petro podrá estar solo en términos de su gabinete, como bien argumentan sus críticos con razón, pero sus ideas sobre la dignidad de la vida de los colombianos no son propiamente un tema de debate. Preocupa más que otros no lo tengan tan claro.

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