Las Farc están en lo cierto. No era necesaria una foto de sus mujeres y hombres entregando las armas para que el proceso ganara credibilidad. La guerrilla tiene razón, pero por las razones equivocadas.
A la comandancia guerrillera le preocupa que el mensaje sea que perdieron. Que fueron derrotados. Que se están rindiendo. Están cómodos con la simbología del guerrero. Le apuntan a los héroes y las heroínas de la resistencia como perspectiva de interpretación histórica. La memoria del conflicto, sin embargo, es menos monocromática que eso. Las víctimas civiles, para dar un ejemplo obligatorio, merecen algún gesto de respeto. Con los restos ya inhabilitados de las armas iría bien un monumento (se construirán tres) a los guerrilleros rendidos, que no rindiéndose. No hay nada deshonroso en saberse cansados. Hastiados.
Volviendo a la imagen de las armas entregadas, que otras fuerzas políticas exigen, se impone el infaltable ver para creer. Por supuesto, fotos y videos es lo que ha habido anteriormente. En tiempos de la desmovilización paramilitar fueron abundantes como prueba reina de la mentira y acomodo de la verdad. Lo registrado por la misión verificadora de la ONU es más que suficiente. Las pocas fotos que se conocen del momento de la entrega no exaltan a nadie. La imagen del funcionario militar de la ONU manipulando unas pocas armas con su chaleco reflectivo, como de primeros auxilios, le otorga a la escena una seriedad burocrática creíble. No hay mejor camino visual posible.
La dupla imagen y verdad es un tema abierto. La cínica oposición que calla sobre la desmovilización del paramilitarismo lo sabe. Otra cosa bien diferente es que quieran confundir porque la única verdad en la que creen es la del exterminio. Ahí la sola imagen que valdrá, para que de verdad les crean a los guerrilleros que cumplieron, será la de sus asesinatos, justamente por no tener armas.
Las Farc están en lo cierto. No era necesaria una foto de sus mujeres y hombres entregando las armas para que el proceso ganara credibilidad. La guerrilla tiene razón, pero por las razones equivocadas.
A la comandancia guerrillera le preocupa que el mensaje sea que perdieron. Que fueron derrotados. Que se están rindiendo. Están cómodos con la simbología del guerrero. Le apuntan a los héroes y las heroínas de la resistencia como perspectiva de interpretación histórica. La memoria del conflicto, sin embargo, es menos monocromática que eso. Las víctimas civiles, para dar un ejemplo obligatorio, merecen algún gesto de respeto. Con los restos ya inhabilitados de las armas iría bien un monumento (se construirán tres) a los guerrilleros rendidos, que no rindiéndose. No hay nada deshonroso en saberse cansados. Hastiados.
Volviendo a la imagen de las armas entregadas, que otras fuerzas políticas exigen, se impone el infaltable ver para creer. Por supuesto, fotos y videos es lo que ha habido anteriormente. En tiempos de la desmovilización paramilitar fueron abundantes como prueba reina de la mentira y acomodo de la verdad. Lo registrado por la misión verificadora de la ONU es más que suficiente. Las pocas fotos que se conocen del momento de la entrega no exaltan a nadie. La imagen del funcionario militar de la ONU manipulando unas pocas armas con su chaleco reflectivo, como de primeros auxilios, le otorga a la escena una seriedad burocrática creíble. No hay mejor camino visual posible.
La dupla imagen y verdad es un tema abierto. La cínica oposición que calla sobre la desmovilización del paramilitarismo lo sabe. Otra cosa bien diferente es que quieran confundir porque la única verdad en la que creen es la del exterminio. Ahí la sola imagen que valdrá, para que de verdad les crean a los guerrilleros que cumplieron, será la de sus asesinatos, justamente por no tener armas.