A lo primero que le tiró duro el proyecto autoritario del chavismo fue a la justicia. El Tribunal Supremo de Justicia delibera sin falta a favor de la revolución. Después vino el turno para la prensa, que no goza de las mismas libertades que existen en países realmente democráticos. En las mismas está Álvaro Uribe.
El proyecto político de Uribe requiere de una justicia laxa que no continúe con las investigaciones que ya se le adelantan y por definición necesita una prensa que se limite a reproducir su propaganda. De ahí la idea de una gran corte. Y de acá también la denuncia en redes de los periodistas que le disgustan.
El panorama no es alentador. Si Duque llega al poder cuenta con las curules del Centro Democrático y las de Cambio Radical y el Partido Conservador. Le será bastante fácil aprobar los proyectos que el expresidente requiere para garantizarle impunidad a los suyos y garantías de continuidad a los que definitivamente no están interesados en que la gente de las Farc transite hacia la ciudadanía.
Como quien dice: revancha. Uribe sigue en guerra y Duque se ha limitado dócilmente a repetir el libreto que le tienen preparado. Con todo y lo moderno que dice ser, ya apeló abiertamente a la necesidad de volver a la vieja guerra contra las drogas. Y no tardará en comprarle la retórica guerrerista e irresponsable a Trump.
La situación es depresiva y paradógica. Uribe puede volver al poder a través de Duque y gracias al miedo que infunde la situación de Venezuela. Al mismo tiempo, no hay ningún político en el país que encarne mejor a Chávez.
