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"Nunca dejaré de decir lo que pienso y lo que siento"; esa fue la respuesta del entonces vicepresidente Francisco Santos a un reclamo que se le hizo. Y no hablaba de delatar paramilitares, o de señalar corruptos. Se trató de un tweet en el que se pasó de divertido y habló de ponerle una bomba a un monumento histórico en Manizales.
En otra entrevista volvió a la carga con la misma sinceridad: “esto sonará cruel, pero una cosa que les hemos dicho a los campesinos es: si plantas la coca junto a tus otras plantas, estás cometiendo un error y vas a pagar por él”. Se refería, claro, a las fumigaciones.
Para cuando Santos dejó la Vicepresidencia e ingresó a RCN-La Radio, explicó que volvía a ser lo que era antes: “una persona muy agresiva en su mirada al país”. Una persona (y dele con lo de la verraquera, que según el diccionario es el lloro con rabia y continuado de los niños), “que dice las cosas sin pelos en la lengua”.
Pues bien, como ya todos lo habrán visto o comentado, Santos, que de “Pachito” no tiene sino la voz y la altura, se despachó contra los estudiantes en un oscuro videoclip en el que se le ve cansado y delirante. “Aquí hace falta innovar con armas no letales”, explica quien se ocupara de los derechos humanos durante ocho años, para que les “metan voltios a los muchachos”. Y que cuando caigan al piso, agrega, sean arrestados, tras lo cual nos recuerda que el Gobierno se niega a emplear, como es debido, la nueva ley de seguridad ciudadana (hasta dos años de cárcel para el que bloquee una vía).
Menos parodiadas y repudiadas que estas palabras de personaje ya no tierno y risible sino francamente siniestro, casi miedoso, las excusas no explican de dónde le vino la imagen de la electrocutada, ni si este era, acaso, el tipo de razonamiento empleado para disolver la protesta durante la pasada administración.
