Paz con los godos

Llegada la posibilidad de inclinar la balanza, la derecha toma la delantera.

Con los que no gobierna hace oposición. Además de vértigo, el equilibrio logrado produce un par de certezas. Al paso que va, la izquierda tendrá que compartir museo con el MIRA. Esa es una. La otra es que la paz será negociada por las fuerzas conservadoras en su sentido más amplio: los Santos y los Uribes.

Básicamente, quien puede decir algo es el senador Robledo. Un vehemente con votos al que desafortunadamente no se le ha visto tan decidido por la paz. Por el contrario, es hasta probable que termine más cerca de Uribe que de la izquierda. Su dogmatismo no ofrece ninguna esperanza. Como tampoco lo hace la unión para la Presidencia entre Clara López y Aída Avella. Una fuerza simbólica válida, pero perfectamente inofensiva.

Nos queda Iván Cepeda, que habla en solitario en nombre de las víctimas. Antonio Navarro, que no tuvo la suerte que esperaba pero quien sigue siendo una prueba de que el posconflicto no siempre es una palabreja de la justicia transicional. Y Claudia López, que no es propiamente la representanta natural de la izquierda pero es lo más cerca que hemos estado en mucho tiempo a una líder con capacidad de convocatoria y que quiere, desinteresadamente, la paz. De lo contrario, el panorama es oscuro: por defecto, la vocera de la izquierda es la guerrilla. Una fuerza que pese a todo lo déspota podrá secuestrar la palabra de la izquierda democrática.

Lo menos malo de toda esta jornada es que el realineamiento de las fuerzas políticas hacia la derecha le abre posibilidades a esa misma paz negociada que uribismo, procurador y supuestas “fuerzas oscuras” se niegan a avalar. Esta será una paz que le debe más al pragmatismo global que a cualquier consideración ética. En últimas, la tercería de verdes maduros como Carlos Vicente de Roux es requerida con urgencia.