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Paz sin verdad

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Nicolás Rodríguez
07 de octubre de 2016 - 07:54 p. m.
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Con todo y lo parcial, incompleta y dirigida que sería la verdad que resulte de la aplicación de la justicia transicional y los acuerdos de La Habana, al expresidente Uribe no le conviene en lo absoluto.

Que se sepan verdades factuales del comportamiento desbocado ya no solo de la guerrilla sino de los militares y sus ayudantes paramilitares es evidentemente un problema. De ahí la reticencia a aprobar leyes de víctimas bajo su gobierno. En su diccionario emocional el problema con las víctimas no es de insensibilidad. O de falta de consideración. No es un problema moral, es un tema de justicia.

A Uribe la verdad de tantas historias le incomoda. Y las víctimas son depositarias de verdades.

La reticencia uribista a equiparar los excesos de los militares con los de la guerrilla no revela ningún tipo de solidaridad hacia la honra de las fuerzas armadas. Lo que siempre ha estado en juego es la posibilidad de oponerse al inicio de los trabajos de futuras comisiones de la verdad.

Llegado el momento de ser propositivos y de revelar el trasfondo real de las supuestas objeciones a lo acordado con las Farc, no es raro que Uribe haya propuesto abiertamente una amnistía para todos los actores, incluidos por supuesto los militares bajo el tierno seudónimo de “alivio judicial”.

Una negociación, entonces, que impida la necesidad de contarlo todo a cambio de una forma de permitir que los guerrilleros se reintegren a la vida civil. Pierden las víctimas, pero acaso se salve la paz.

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