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Petro, el tibio

Nicolás Rodríguez

03 de agosto de 2024 - 12:05 a. m.
El presidente Gustavo Petro en llamada con sus homólogos de Brasil, Luiz Ignácio Lula da Silva, y de México, Andrés Manuel López Obrador.
Foto: Juan Diego Cano

Malo si reacciona rápido y peor si no lo hace del todo. Al presidente Gustavo Petro le cobraron, con razones suficientes, su prolongado silencio tras las elecciones en Venezuela. Acostumbrados, como nos tiene, a una glotonería permanente a la hora de digerir sin masticar cualquier noticia grande o pequeña, su tardanza para denunciar las irregularidades electorales no pasó desapercibida.

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Pues bien, valió la espera y más de uno se quedó esperando a que la profecía castrochavista se cumpliese. Por el contrario, bienvenido el tan esperado comunicado expedido por el canciller Luis Gilberto Murillo en el que el gobierno hizo un llamado a que se proceda con el conteo, verificación y auditoría independiente. Muchos habrían preferido que Colombia saliese a gritar “trampa”, “fraude”, “robo” (“cójanlo”), como si con ello se le pusiese fin al régimen chavista. Pero no eran esas las alternativas si se trataba del cuidado de los temas de interés colombo-venezolanos: frontera, política de seguridad, política de paz, política energética… y el posible acompañamiento a una transición que le ponga fin al autoritarismo de Nicolás Maduro.

No obstante lo anterior, es, cuando menos, cuestionable que en la OEA Colombia se haya abstenido de votar a favor de la publicación inmediata de los resultados electorales. Por ahí no era. Por muy partidista que sea su actual secretario general, la OEA que capitanea con sesgo Luis Almagro sigue siendo un espacio de vocación multilateral desde el que Petro podría practicar sus deseos de negociador y líder regional.

Es un camino tan riesgoso como sinuoso el que pretende transitar el presidente. No solo su talante demócrata está en juego, como quiera que del otro lado hay una dictadura que amenaza con tornarse más violenta. También lo está su consistencia: tras haber discriminado por tibios a enemigos, opositores e incluso aliados (como los perros que a veces se muerden la cola en círculos), ahora descubre que también le gusta y le sirve contemplar ballenas.

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