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Se equivoca el presidente Petro al querer reducir la manifestación del pasado 21 de abril a una telenovela de ricos contra pobres. Su insistencia en resaltar los elementos más radicales y ruidosos de la marcha (el uribismo pura sangre nunca queda mal) lo lleva a imaginar que otros más saldrán a marchar igualmente emberracados.
Para los que cuestionamos la teoría fajardista que desde el reposo aséptico del cuidado de las ballenas afirma que los dos extremos se parecen, la tarea se dificulta. La predilección por el Estado de opinión que tanto se le cuestionó a Uribe y que Petro pretende encarnar con otros conceptos (ver la siempre esclarecedora columna del profesor Uprimny) tampoco ayuda.
E igual hay que insistir en diferenciar lo uno de lo otro. En su cubrimiento periodístico de la marcha de la oposición, María Jimena Duzán optó por darle espacio en su podcast al último informe sobre abuso policial realizado por la ONG Temblores. Acertada y generosa posición editorial. A diferencia de las movilizaciones contra gobiernos anteriores, en la marcha opositora a Gustavo Petro no hubo represión.
Parecería lo mínimo, pero no hace mucho tanta democracia era impensable.
Dicho lo anterior, también es cierto que la estrategia presidencial, entre paranoica, cínica y francamente pedante, desconoce a un sector cada vez más grande y legítimo de la ciudadanía inconforme con su gestión. Muchos, por lo demás, si no abiertamente matriculados en la izquierda desde siempre, por lo menos inicialmente curiosos y abiertos al cambio. Para esas personas el mensaje fue contundente: o están conmigo o están con ellos.
Entre tanto, aplauden y respiran en la extrema derecha, todavía acéfala y anteriormente perdida y sin norte. Después de todo, para qué invertir en futuras falsas verdades, bodegas y campañas de desprestigio para concursar electoralmente si el propio presidente se puso en la tarea de escribir el guion que no tenían.
