Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
No es fácil distinguir la política de la politiquería.
La foto de varios expresidentes (Pastrana, Gaviria, Uribe y hasta Betancur) preocupados por Venezuela permitiría pensar en un ejercicio político: la búsqueda de la unidad. La desinteresada camaradería en pro del bien continental.
Por supuesto, son muchas las posibilidades para aprovechar estas sinergias: las víctimas del conflicto armado, el fenómeno de El Niño, la inequidad, el hambre entre las poblaciones indígenas de La Guajira (y diferentes regiones del país en las que los niños mueren por desnutrición).
Otras agendas menos locales también ofrecen oportunidades para el consenso. Una defensa cerrada de las instituciones y la libertad de expresión siempre será una ocasión para ejercer el liderazgo regional y desempolvar los trajes de ocasión. Y si de defender las democracias se trata, ahí estaba Brasil, cuya presidenta acaba de ser retirada del poder por un caso de corrupción estructural (que no es exclusivo de la izquierda) con tintes de golpe de Estado.
Con su parapolítica y sistema judicial, Colombia no es un manual de ciencia política. Sin embargo, ni Uribe logró eternizarse en el poder. Así que alguna autoridad institucional habrá para hablar discretamente de Venezuela, en donde Maduro está “loco como una cabra” (como bien lo dijo el expresidente Mujica).
Temas para hacer política desde la Siberia expresidencial hay suficientes. El propio Gaviria lanzó en compañía de otros expresidentes su lucha contra la guerra contra las drogas, que no por tardía es improcedente. Otra cosa ocurre cuando el mensaje se personaliza. Pastrana, por ejemplo, aprovechó para lanzarle pullas al proceso de paz y ganar espacios mediáticos con frases de falsa hermandad. Eso es politiquería.
Los venezolanos deben saber que el abrazo de empatía y oportunismo expresidencial proviene de una mirada capitalina acostumbrada a obviar a Ecuador y a Perú por considerárseles “demasiado indígenas” y a menospreciar a Venezuela por “costeña”. Esa es, también, la política con la que nos han gobernado.
