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Lo que llamó la atención fue que César Gaviria aceptara públicamente que hará una coalición con el otro expresidente al que alguna vez trató con vehemencia de mentiroso. Cómo es posible, se dijo, que el Partido Liberal haya sido cooptado por la derecha. Desde luego, ahí no hay nada nuevo. Ya antes Gaviria le había entregado su apoyo al propio Duque. “Este es el capítulo final de la derechización del Partido Liberal”, para retomar las palabras acertadas y algo dramáticas del ex ministro Juan Fernando Cristo.
De Gaviria liderando esa colectividad, como si su partido fuese una obra de arte más que es preciso guardar en el museo, no se esperaba nada diferente. Lo que en cambio sí es notorio, aunque tampoco novedoso, es la tierna jovialidad con la que Uribe despliega toda su maña. En esa corta y medio espontánea entrevista en la que Uribe y Gaviria parchan, que no tardó en viralizarse, volvimos a ver al amable y desinteresado padre de la patria que quiere proteger a sus hijitos y pretende salvar a Colombia. Una vez más.
Aprovechada la ocasión y dado el sentido del oportunismo que lo caracteriza, Uribe le tendió la mano, si no es que el abrazo del oso, a Sergio Fajardo y los suyos al afirmar que la añorada coalición arranca en la esquina de De la Espriella y termina, cómo no, en ese centro anteriormente juzgado por preferir los paseos con ballenas. Una jugada retórica que nos recuerda que Uribe es, en efecto, otro gran y admirable animal político. Osos y ballenas al margen, llama igualmente la atención el frenesí desatado por el tigre que dice ser el abogado de Álex Saab, Abelardo de la Espriella.
Un tigre cargado de Bukele y Trump, con rayas de Milei y capaz de engullir a sus presas. Paloma incluida, junto con María Fernanda Cabal, cuyo lamentable crío, Polo Polo, ya le fue infiel. El tigre puede más. Cualquiera sea su capacidad para digerir lo que hay en la extrema derecha, De la Espriella es otro espécimen apenas esperable dado el entorno salvaje en el que vegeta la actividad política por estos días, reducida en buena parte a la lógica del lejano oeste que caracteriza a las redes sociales.
Con lo cual llegamos, quizás, al propio Petro. Que también se alimenta del pasto digital y está rodeado de ejemplares que nada tienen que envidiarle al propio tigre en su capacidad para mimetizarse. Es más, los camaleones son lo suyo. Desde Benedetti hasta Roy Barreras.
Imposible entonces no preguntarse qué viene siendo el candidato presidencial Iván Cepeda, cuya parsimonia no da para ser caricaturizado tan fácilmente. Sus maneras pausadas podrán ser extrañas hasta para el proyecto político del petrismo actual, que tanto le debe a las promesas de cambio iniciales: no a la corrupción, no al glifosato, no a los bombardeos…
Pero algo encarna Cepeda, con sus silencios que a muchos aburren. En tiempos de osos, tigres y palomas (por el lado de la casa Galán los inevitables delfines), el apego a la implementación de los acuerdos de paz, con ideas de inclusión y respeto a la diferencia, es una opción. Quizás ahí está el espacio para garantizar la continuidad de un proyecto progresista con la participación de un centro menos vergonzante.
