A más de un columnista convertido en especialista de las relaciones internacionales le dan los cálculos para saltar de Rusia, Putin y Maduro al peligro de la candidatura presidencial de Petro.
Esta es una buena ocasión para comentar una propaganda pro-Kremlin, entre muchas de las que han sido comentadas en redes sociales.
En un póster puede verse cómo al personaje del medio, que podría ser un ucraniano, le son ofrecidos dos caminos. La diferencia va de lo entrañable a lo degenerado.
En un lado, la gran familia patriótica a caballo, la nostalgia imperial, el sueño de la Unión Soviética, la catedral de San Basilio, el pasado de glorias espaciales, la aviación y los tanques sacrificados en la Segunda Guerra Mundial.
En el otro, las estrellas de la Unión Europea, los euros, las drogas, los besos entre hombres y la bandera LGBT. La decadencia.
Además de un Hitler que simboliza la existencia de grupos de extrema derecha por los que, supuestamente, hubo que intervenir en Crimea. Hitler y homosexuales en un mismo bando pues la confusión es también parte de la estrategia.
La profesora Lisa Gaufman explica cómo la propaganda pro-Kremlin anterior a la guerra recientemente desatada fue escalando a través de una retórica deshumanizante. Subraya la referencia a los nazis entre los propagandistas. Nos recuerda que los ucranianos eran pintados justamente como nazis y que de lo que se trataba era de justificar el uso de la violencia en nombre de la liberación de los violentados.
Del fascismo pasaron a hablar de genocidio. El que esté en contra de la política del Kremlin hacia Ucrania era básicamente, nos dice Gaufman, un fascista que escupía en la tumba de sus abuelos.
Lo anterior no pasa de ser anecdótico. Y aunque la investigadora no responsabiliza directamente a Putin, lo deja sugerido.
Los que tanto señalan a Petro podrían recordar la época del plebiscito y el “No”. Su propaganda y sus tergiversaciones.