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Avanza la política antidrogas del Justin Trudeau que nos tocó: el presidente Duque lanzó ante cámaras paisas su discurso de las 10.000 dosis de droga incautadas y el principio del fin de las ollas. Salvo por el bluyín y la camisa arremangada, no hubo nada nuevo.
Mientras el verdadero Trudeau en Canadá aprovecha y legaliza la marihuana (entre otras razones para recaudar dinero, oxigenar al Estado benefactor y garantizar el acceso a la educación pública), nuestro joven presidente acude a la más vieja de las estrategias: un bareto, dos baretos, mil baretos, un par de pistolas y otras drogas de colores (que sean de colores les encanta), ordenados pacientemente por la Policía.
Es la famosísima puesta en escena de los logros de la guerra contra las drogas. La idea es que el televidente pueda imaginar la historia de vicio (¡hasta drogas rosadas tienen!) que hay detrás de cada dosis mínima. Por supuesto, hay que reconocer que la Policía es experta en curadurías. Son años de contar papeletas, ordenar porros y seleccionar bolsitas.
La puesta en escena recuerda una foto del gran Albeiro Lopera (“el 9”), titulada “Incautación de armamento”. La imagen muestra a un soldado obligado a ordenar en filitas una cantidad aparentemente infinita de balas (48.000). La escena está pensada para mostrar lo violentos que son los armados, pero hoy por hoy nos dice más de lo patética que es la labor a la que está sometido el soldado. En palabras del 9: “Cuando vi la cantidad que tenía que organizar me dio mucho pesar”.
Ojalá en una posterior visita a Medellín el presidente se diera una pasada por el Museo Casa de la Memoria. Encontrará esta y otras fotografías en las que la puesta en escena de la guerra contra las drogas no está filtrada por la Policía o el Ejército. Para entender por qué las Naciones Unidas se oponen a la militarización de las comunas bastaría con revisar el material fotográfico que dejó la operación Orión.
