El ministro de Defensa, Diego Molano, y sus videos publicados a finales del mes pasado en redes sociales sobrevolando algunas zonas del departamento de Nariño en las que habría cultivos de coca son una buena ventana a la obsoleta y violenta política antidrogas colombiana.
El ministro pretende mostrarnos lo que ve desde el helicóptero. Lo acompaña en uno de los videos un uniformado encargado, a su vez, de explicarle apuntando con el dedo qué es lo que está viendo. Los espectadores de toda la aventura ministerial podemos ver, sí, unos campos aparentemente deforestados y especular sobre la existencia de coca por aquí y por allá.
Lo que no está tan claro, lo que no se ve, es la relación entre el territorio filmado y los lentes narrativos con los que se le da un sentido a la escena. El ministro edita con sus interpretaciones. En su cuenta de Twitter el funcionario pasó de “los sembrados de coca” al “origen de la violencia”. Y de ahí, a “la deforestación”. A lo que agregó “el desplazamiento”.
El video con el uniformado ilustra hasta qué punto la política antidrogas sigue vigente con todas sus trampas retóricas, injusticias y falsas equivalencias.
Sin embargo, el video es tremendamente útil. Nos recuerda el rol que juega lo visual en la definición del territorio como problemático, ilegal y por lo tanto digno candidato a aspersiones y uno que otro bombardeo.
El video es en realidad la ejemplificación de cómo opera la mirada de un funcionario que podría ser cualquier funcionario matriculado en la guerra contras las drogas. Una mirada heredera del Plan Colombia, educada en décadas de guerra antisubversiva, acostumbrada a reducir el espacio a una serie de categorías del Código Penal.
Lo que nos mostró el ministro Molano en los videos promocionales de su visita a una zona verde que llamarán roja fue un punto de vista. Como quien mira por entre la mira frontal de su arma.
