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Muchas son las personas que alimentan twitter con comentarios que sugieren enfoques e ideas. En ocasiones tumban lugares comunes, o por lo menos los señalan. Y en otras los reiteran. La ironía y la sátira ayudan a ridiculizar a los poderosos. La burla rastrera e innecesaria, desafortunadamente, también.
En Facebook abundan los videos y las fotografías. Las cámaras disparan visiones que protegen y en momentos de crisis sirven como prueba. Pero al mismo tiempo vigilan, invaden, mienten y exageran. La era de la imagen lo es también del filtro. En los foros virtuales hay debates abiertos sobre cualquier tabú, pero pueden más los insultos y las amenazas.
En materia de periodismo e internet hay opciones para todos los gustos. El problema con la información y las redes sociales no es que cualquiera con acceso a la red y un celular se crea periodista, como ya se pontifica. El dilema, que lo hay, proviene del periodismo profesional que utiliza los canales virtuales para desinformar.
En el cubrimiento del paro camionero y el asesinato de Luis Orlando Saiz Villamil, en Duitama, pudo más la ciudadanía local y su interés en la verdad que los grandes medios radiales y televisivos y su encubrimiento de la mentira (si no es que de la pereza pura y dura para hacer reportería).
El joven que murió en manos de la violencia irracional (“proporcional” le dicen) de un Esmad que el Gobierno se niega a desmovilizar, ni era estudiante ni era parte activa de la protesta. Tampoco manipulaba, evidentemente, ningún material explosivo. Otras versiones incriminadoras se escribieron y repitieron, sin embargo, en varias cuentas periodísticas oficiales y autorizadas.
En fin, una cosa es ingresar conscientemente a Actualidad Panamericana a buscar una ficción realista. Y otra, muy distinta, es toparse sin culpa con RCN y su realidad deformada.
