"Qué es lo que quieren de nosotros, qué es lo que pretenden que publiquemos o dejemos de publicar, para saber a qué atenernos". Con estas frases el periódico El Diario, de la conflictiva Ciudad Juárez, se dirigió hace unos meses, en su editorial, a los narcos. "Ya no queremos más heridos ni tampoco más intimidaciones", esas fueron las expresiones de rendición (interpretadas como tregua) dirigidas a los carteles de Sinaloa y Juárez. Una carta de renuncia.
De ahí proviene, puede decirse, el sitio web www.blogdelnarco.com. Un blog sin demasiada ética, para adictos al morbo, que se presta para todo (desde fotos explícitas de cabezas y brazos hasta mensajes cifrados que solo los narcos entienden). El blog del narco explica en su “quiénes somos” que “le llama la atención cómo los narcotraficantes astutamente se ganan la vida (matando, secuestrando, mutilando, vendiendo estupefacientes y demás)”. No extraña, por tanto, que la noticia más leída de la semana se titule “video en donde descuartizan a un hombre”.
Nadie sabe quién redacta la información. “Todo 100% anónimo” reza el slogan. El sitio se nutre de balaceras, narcofosas, ejecuciones, persecuciones, torturas y enfrentamientos. Una oda real a los violentos, casi que una vitrina. Y sin embargo, también un reemplazo ante la actitud (perfectamente entendible) de algunos medios tradicionales que dudan ante el poderío narco.
La rebelión en los países árabes merece toda nuestra atención, no cabe duda, pero no hay que ir hasta tan lejos para encontrar una revolución. El narcotráfico, en México, transformó la comunicación. Creó el anonimato como fuente de autoridad. Modificó, puede decirse, el periodismo.
De México habría que pasar a Centroamérica. “Los Zetas ya no son mexicanos, ya no tienen pasaporte, ya no tienen fronteras” se le escuchó decir al propio presidente de Guatemala, Álvaro Colom. Costa Rica, Honduras y Nicaragua están en las mismas. Todos exigen, a gritos, una iniciativa Mérida (la ayuda económica y emocional de los Estados Unidos a México, su pacto de corresponsabilidad). La revolución (¿hacia atrás?) en las comunicaciones, cabe suponer, no tardará en extenderse.
Si en Libia los jóvenes quieren el cambio, en América Latina los narcos lo protagonizan.
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