Después del asesinato del joven afro americano Trayvon Martin, quien fue baleado hace más de un mes en Sanford, Florida, por un patrullero cívico, de origen hispano, que no era Policía y tampoco tenía porqué estar armado, dos son los nuevos iconos culturales de la protesta contra el racismo: un saco con capucha y una caja de dulces marca Skittles.
Los hechos no son nuevos. Un vigilante, en este caso George Zimmerman, reportó como “sospechoso” al adolescente con capucha y dulces en las manos, y se dio a la tarea de perseguirlo. Le pidieron que no lo hiciera, que hasta ahí iban sus competencias, pero el hombre insistió. De lo siguiente que ocurrió hay diversas versiones… y un cadáver, por supuesto afro descendiente.
Zimmerman argumenta que como se sintió amenazado, disparó. Una acción perfectamente legítima en el Estado de Florida. Otros testigos comentan que antes de los disparos, también se escucharon gritos de auxilio. Los que defienden a Zimmerman, quien no ha sido arrestado, se basan en que hubo una pelea en la que Martin le golpeó la cabeza contra el suelo no una sino varias veces. No hay testigos, claro, pero esa es la versión de la defensa.
Un video que se filtró a los medios, por el contrario, muestra al vigilante temporalmente esposado y bajando del auto de la Policía, en lo que parece ser una comisaría, sin siquiera un rasguño. No hay sangre en su ropa, no hay señales de dolor alguno en su caminar. Antes bien, se le ve enterito. E igual, algunos afectos al conservadurismo radical ya lanzaron su propia campaña de desprestigio contra Martin, a quien le han fisgoneado la vida virtual.
Fotos suyas en las que posa con ropa considerada “de rapero” han sido privilegiadas por sobre las que lo registran riendo con amigos o soplando las velas de un ponqué. Se supo que fue expulsado por 10 días del colegio tras portar un paquete vacío de marihuana, y de ahí se agarraron los comentaristas cuyos blogs tienen más propaganda política que información para iniciar sus especulaciones. Se habló de que era un narcotraficante, un secuestrador o un simple ladrón, pues como tal vestía. De “wannabe gangster” (que quiere ser un gángster) lo bautizaron en Fox News.
Entre tanto, una editorialista del liberalísimo New York Times se pregunta en su espacio semanal, dedicado a temas de paternidad, por el momento adecuado para hablar con un niño ya no de sexo o drogas sino de los riesgos que hay en ser (¿y parecer?) un joven afro americano. Una discusión sin duda importante, de la que por lo visto bien puede depender la vida de una persona, pero que en esencia, en el fondo, no cambiará absolutamente nada. O bueno sí: modificará la pinta, la ropa, el estilo, la actitud. Y si siguen por ahí, pronto e inevitablemente estarán discutiendo sobre cómo aparentar ser un joven blanco.
nicolasidarraga@gmail.com