Si bien muchos y muchas salieron a caminar el pasado 1 de mayo en defensa de las políticas de la administración, es extraño pretender que la movilización se debió a la supuesta posibilidad de un golpe de Estado justificado con la excusa de los enredos de la financiación de la campaña presidencial. Ni es creíble que se deba al deseo ciudadano de una constituyente. El desmadre del Estado de Israel es real y lamentable, como han tratado de evidenciarlo sin ningún resultado diversas agencias de las Naciones Unidas, pero tampoco hace sentido pretender que por ello fue por lo que tantos y tantas se movilizaron.
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Reducir la exitosa marcha al discurso del presidente Petro es un error.
Por lo mismo, debería haber algún espacio entre los que todavía queremos que el progresismo triunfe para criticar la insistencia del presidente en reducir, de manera típicamente estratégica, la última marcha de la oposición a sus expresiones más antidemocráticas y abiertamente violentas. “Petro, en serio, te vas pal cementerio” corearon en algún punto en Cali. Los interpelados ante semejante lindura se defienden ladinamente con que era en referencia a sus reformas… y quizás sea cierto, pero con la rabia paraca que no ocultan cuando también lo tratan de guerrillero pese a sus enemil días de civil y compromiso con la democracia. Cualquiera sea el caso, oposiciones anteriores a Duque y sus secuaces hicieron un uso parecido y preocupantemente recurrente del recurso retórico del ataúd que marcha.
Al margen del uso que le quiso dar Petro a la marcha en su intervención en la Plaza de Bolívar, lo cierto es que volvió a las calles un pedazo de la alegría que se sintió ante el inicio de su elección y la posibilidad real de un cambio de la mano de unas ideas de izquierda valiosas, necesarias y por tanto tiempos añoradas. La diversidad y pacifismo de la fiesta popular suponen la extraña posibilidad de un petrismo pese a Petro.