Con o sin secretismos y tardanzas en el tema de las vacunas, al gobierno de Duque le es difícil enfrentarse a la glotonería de los países más ricos. Para cualquier país de ingreso bajo o medio, la ferocidad bilateral con la que otros se apropian de las vacunas contra el COVID-19 es un espectáculo indigno, un baldado de realismo sobre el verdadero significado de los derechos humanos y un claro ejemplo de hipocresía.
Tomemos a Canadá, que siempre sale bien clasificada en temas de respeto al otro, defensa de las causas perdidas y cheveridad. Su credo liberal de compromiso con los derechos humanos de sus habitantes llevó a que las...
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