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Algo va de las vías de hecho a las de derecho, como bien lo han dado a entender quienes se oponen categóricamente a la ocupación de predios ocurrida en diversas zonas del país.
Al Gobierno no le quedaba de otra que llamar la atención de los que han protagonizado las “invasiones de tierras”. A través de la vicepresidenta, Francia Márquez, conocimos la posición de la administración. Básicamente, toda invasión será repelida por la fuerza, de ser necesario. Pero prima, siempre, el diálogo. El objetivo sigue siendo la reforma agraria a través de los mecanismos legales disponibles. Las vías del derecho, entonces, que también caminan torcidas. O simplemente tardan demasiado.
Mientras se les espera, respeta y en algunos casos glorifica, el llamado a las otras vías de hecho no debería pasar inadvertido. En palabras del presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie, “vamos a organizar un grupo de ganaderos de atención solidaria inmediata para que cuando haya perturbación de la propiedad inmediatamente todo el mundo acuda a apoyar al ganadero afectado”.
Llegó una vez más la hora de suplantar al Estado en sus funciones de seguridad.
La amenaza no es anecdótica. Bastante sabemos sobre eufemismos que arrancan con la idea de una autodefensa supuestamente legítima, entre amigos, paisanos y colegas. Y no tardan en degenerar en ejércitos armados que nadie controla, cuya responsabilidad en el conflicto armado ha sido explicada a profundidad por la Comisión de la Verdad.
Visto desde un liberalismo de centro, resulta demasiado fácil suponer que las vías de hecho de los unos son equiparables a las de los otros. Como si la responsabilidad histórica de las victimizaciones protagonizadas por el paramilitarismo estuviese al mismo nivel de la violencia que supone la toma de tierras.
En la historia reciente de las vías de hecho que llamaron a la autodefensa armada y no tardaron en generar desplazamientos forzados, se ha transitado, en realidad, al derecho que defiende tierras muchas veces mal habidas.
