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Circula por internet un video en el que se le hace muy buena propaganda a unas cámaras utilizadas para detectar “agresiones, robos y riñas” en los colegios.
Las buenas noticias se basan en el testimonio de Sonia Forero, rectora del colegio Delia Zapata Olivella, ubicado en la localidad de Suba. Como este, otros cuatro colegios (será por eso que les dicen planteles educativos) utilizan ya la misma tecnología en Bogotá.
Pronto serán 198 los elegidos para el monitoreo permanente. Una política del fisgoneo sobre la que parece haber un consenso entre las autoridades y algunos padres de familia. A los alumnos, como es de rigor, poco se les pregunta. Ya lo dijo el propio ex presidente: el libre desarrollo de la personalidad (la maricada esa, pues) condujo al libre desarrollo de la criminalidad.
Con ese mismo rasero que ve en el joven a un delincuente, a los estudiantes se los somete a una invasiva vigilancia. El argumento, bastante infame, es que es por su bien. Y sí, las drogas rondan los colegios. Nadie lo duda. Pero también le son accesibles a los estudiantes de los colegios privados sin que, hasta donde se sabe, la policía tenga acceso en directo a sus izadas de bandera. Con todo, el Secretario de Educación insiste en que “buena parte de nuestros colegios no tienen nada que envidiarle a los mejores colegios privados de la ciudad”.
Al final, queda la sensación de que la Secretaría de Educación, alarmada ante el incremento en el número de conductas delictivas por parte de los menores de edad, acudió al grito de auxilio de rectores y padres de familia. Pero es muy poco, igual, lo que solucionará esta propuesta. Unos cuantos expulsados después, como lo dijo Hugo Acero, habrá que pensar en otra cosa. La Secretaría de Educación podría dedicar su tiempo, para qué está si no, a implementar un mínimo de educación. Como para variar.
Entre tanto, me pregunto quién decide (y con qué autoridad moral lo hace) en dónde se ponen las cámaras de seguridad que tanto trasnochan a los mandatarios de turno. ¿Cabría instalarlas, igualmente, en las oficinas de los rectores? ¿En los despachos de los concejales? ¿En los puestos de policía?
