CUANDO LOS GOBIERNOS TOMAN decisiones que afectan a determinados grupos de la sociedad, los representantes de los segmentos perturbados manifiestan su inconformidad: dicen y desdicen a través de los medios de comunicación, presionan, argumentan en favor de su posición y solicitan reuniones de negociación con los altos funcionarios del Gobierno.
Incluso, como en el lamentable caso del paro camionero, la masa de afectados recorre las calles y traspasa la línea de la legalidad usando la violencia o afectando a millones de ciudadanos para exigir lo que consideran sus derechos. Ejemplos de temas álgidos en el debate social que generan este tipo de comportamientos son muchos, y para ilustrarlo basta mencionar el debate sobre el salario mínimo, el aumento de impuestos o la eliminación de algunos aranceles.
Sin embargo hay un asunto en el que extrañamente los que tienen que pagar por las decisiones del Gobierno, o por la falta de ellas, no participan. O mejor, ni se inmutan. No sabría yo decir si se trata de exceso de ocupación o simplemente desinterés por el porvenir. Pero sea cual fuere la razón, es paradójico que uno nada diga cuando las cuentas por pagar se acumulan, por el sólo hecho de existir, en el inventario de las deudas del futuro. Se trata, por supuesto, del desinterés que a los jóvenes les produce el debate sobre la reforma al sistema pensional. Cuando se reveló hace unos días la existencia de un artículo necesario en el plan de desarrollo para aumentar la edad de los jubilados, salieron políticos, mayores adultos, sindicalistas y demás defensores de oficio de los intereses de los más viejos a protestar por la existencia de este artículo. Eso sí, no hubo ni un solo individuo, ni uno de los muchos millones menores de 30 años que forman parte del 53% de la población colombiana, que se atreviera a defender su derecho a no vivir y trabajar para pagar las pensiones de los demás y a nunca contar con la propia.
Y por la vía de esta ausencia prolongada de los jóvenes en el debate pensional, al país también se le olvidó hacer un estudio de equidad intergeneracional, esto es, sobre lo que cada generación aporta o recibe en relación con la generación que le antecede. En estudios que realizamos hace algunos años desde el Programa Presidencial Colombia Joven, encontramos que hay países que han logrado determinar los gastos e ingresos de cada generación, y sobre esta base se ponen en marcha reformas de toda índole que buscan distribuir mejor las cargas. Por ejemplo, en Japón, en donde se estipula que el desequilibrio generacional llega al 170%, se dice que las generaciones futuras deberán pagar 2,7 veces más impuestos que las generaciones actuales. En otros casos, como en Brasil, la carga fiscal que deberán asumir los brasileños del futuro supera sus posibilidades, al ser 10% superiores al total de los ingresos que obtendrán en toda su existencia. En Colombia, no se conocen estudios de este tipo. Tal vez si se hiciera alguno, los jóvenes despertarían para exigir su derecho a no vivir para pagar, y algunos dejarían de pensar solamente en el presente y pensarían también en sus hijos y sus nietos.
Twitter: @NicolasUribe