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Al cine y la televisión se les han atribuido múltiples responsabilidades: desde entretener hasta educar. Es en este último rol donde las narrativas climáticas empiezan a abrirse espacio, buscando conquistar a una audiencia que puede tener un papel determinante en los cambios de comportamiento necesarios para lograr un planeta más sostenible.
Sin embargo, la tensión entre lo creativo y lo científico plantea una discusión de fondo: ¿sobre quién recae realmente la responsabilidad? ¿Son los espectadores los últimos responsables de la crisis climática por adoptar hábitos de consumo no sostenibles? ¿O son los creadores de contenido quienes, a través de una oferta masiva e influyente, moldean los comportamientos de una ciudadanía cada vez más expuesta a mensajes de consumo?
Si bien es innegable la influencia de los medios en los hábitos de consumo, también debe promoverse la formación de públicos más críticos y activos en sus decisiones, comprendiendo que cada elección tiene un impacto ambiental, desde lo local hasta lo global. Desde esta perspectiva, la industria creativa ha dado pasos hacia la incorporación de mensajes en pantalla que inspiren a las audiencias a comprometerse con la mitigación del cambio climático.
Un estudio realizado por la organización RARE sobre la película “Don’t Look Up”, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, demostró que quienes vieron la cinta —y su campaña de promoción— incrementaron su percepción del cambio climático como una amenaza real para la sociedad y mostraron mayor interés en adoptar acciones para reducir su impacto ambiental. El mismo estudio, publicado en 2024, señaló que esos espectadores manifestaron una mayor disposición a votar por candidatos con propuestas ambientales sostenibles.
Este análisis revela que la relación entre la producción audiovisual y las audiencias no puede entenderse como unidireccional. No se trata solo de espectadores que deben cambiar sus hábitos, sino de una industria que tiene el poder —y la responsabilidad— de influir en la construcción de valores y comportamientos sostenibles.
El entretenimiento puede y debe seguir cumpliendo su función principal: emocionar, inspirar y conectar. Pero incluir narrativas climáticas que inviten a la acción individual y colectiva no resta creatividad ni valor artístico; por el contrario, amplía el papel del arte como agente de transformación cultural y ambiental.
