El 28 de febrero de 1955, hace setenta años, llegaba a Cartagena la nave ARC Caldas con su tripulación pero sin ocho de sus ocupantes porque, como consecuencia de una supuesta tormenta, ellos se habían ahogado en el mar. Los sobrevivientes lloraron la tragedia de sus compañeros y lamentaron que no pudieron darles cristiana sepultura porque sus restos quedaron en lo más profundo del mar, a dos horas de Cartagena.
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Por cosas del destino apareció de pronto uno de los ocho desaparecidos y tuvo la brillante idea de dirigirse a la sede de El Espectador, donde a uno de sus periodistas le relataría con detalles mínimos la tragedia de su aventura que, según las primeras versiones, obedeció a una fuerte tormenta.
El cronista era Gabriel García Márquez, quien con los años sería gran escritor y novelista, ganador del Premio Nobel. En su charla con el marinero Luis Alejandro Velasco, el joven periodista, con una habilidad maravillosa, logró hacer claridad sobre el origen de la tragedia. No hubo tal tormenta: la nave dio un bandazo y ocho marineros cayeron al mar. El resto de la tripulación se salvó. Había sobrepeso por una excesiva carga de contrabando: neveras, televisores, lavadoras.
La historia, dividida en episodios, se publicó en catorce días consecutivos, con ediciones agotadas y con la firma no del escritor sino el marinero Velasco. García Márquez, en un gesto de desprendimiento, le cedió los derechos de autor al sobreviviente cuando se publicaron en libro, pero ya con la firma del escritor. Por considerar que los derechos no se los liquidaban correctamente, el marinero demandó y el abogado del nobel, Alfonso Gómez Méndez, logró demostrar quién era el verdadero autor de los textos; en represalia, los derechos de autor jamás los volvió a recibir el marinero sino una entidad educativa. De ese libro, que se conoce como Relato de un náufrago, se han publicado más de quince millones de ejemplares en varios idiomas.
Los derechos de autor para el marinero se lo llevó el mar, como cualquier contrabando de San Andresito o de Papá Pitufo.