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Adiós a las armas

Óscar Alarcón

11 de enero de 2016 - 09:00 p. m.

Hay que tener confianza en que el que se inicia será el año de la paz, luego de más de 50 de guerra y violencia.

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La hubo en todas partes, hasta llegó al Congreso. En la madrugada del ocho de septiembre 1949 se discutía en la Cámara una ley conocida como de “arrastre electoral” que había objetado el presidente Ospina Pérez. El ambiente estaba caldeado, tanto que el presidente de la Corporación, Julio César Turbay, pidió a la fuerza pública que requisara a los parlamentarios y, si tenían armas, se las quitara. Sin embargo, los revólveres hicieron quorum.

Hablaba el representante Gustavo Jiménez y su colega Carlos del Castillo Isaza, quien estaba pasado de copas, pidió la palabra porque pretendía hacerle un debate al también representante Julio Roberto Salazar Fierro, quien había sido víctima de un infarto y cualquier emoción podría llevarlo a la muerte. “Sea valiente, sea hombre, hágame un debate a mí y no a un enfermo como lo es el doctor Salazar Ferro”, le dijo Jiménez a Isaza, al mismo tiempo que le recordó a su madrecita.

Jiménez, sin pericia, trató de sacar su revolver de la pretina del pantalón y del Castillo, en cambio, que llevaba su arma en el bolsillo del saco, la sacó con rapidez, le disparó en el brazo a su rival quien, indefenso, recibió un nuevo disparo. El herido fue llevado a darle primeros auxilios mientras los parlamentarios Amadeo Rodríguez y Lázaro Restrepo, con sendas armas, se amenazaban y disparaban, pero al poco tiempo ambos se quedaron sin munición. Abelardo Forero Benavidez, desde su curul, gritaba: “Paz, Paz, Paz” y Paz Córdoba, que era uno de los secretarios, le respondía: “¡Ahora no puedo doctor Forero, espere que se restablezca el órden!”.

Jiménez murió y el exministro y parlamentario Jorge Soto del Corral, quien quedó herido, falleció días después. Casi el Congreso se convierte en Cámara ardiente. Es que muchas cosas han pasado en más de 50 años de violencia. ¡Adiós a las armas!

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