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Aniversario de las bananeras

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Óscar Alarcón
16 de diciembre de 2025 - 05:05 a. m.
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Casi pasó desapercibida la conmemoración de los 97 años de la matanza de las bananeras en Ciénaga. En esos años, el país era distinto. El presidente de la República, Miguel Abadía Méndez, salía de Palacio todas las mañanas para la Universidad del Rosario a dictar su clase de derecho constitucional. La verdad es que el mandatario de la época, como también ocurrió con el Palacio de Justicia hace cuarenta años, no fue culpable de los hechos lamentables que ocurrieron en Ciénaga. Lo sucedido fue a sus espaldas. La situación la manejó desde Bogotá el ministro Ignacio Rengifo, mano derecha de Abadía y aspirante a reemplazarlo en la jefatura del Estado.

Cuando comenzaron las amenazas de paro, transmitidas al Gobierno Nacional por el gobernador Núñez Roca, Rengifo cogió el toro por los cuernos y escogió a su persona de confianza, el general Carlos Cortés Vargas, para que se dirigiera a Ciénaga con un batallón del régimen Nariño de infantería, y asumiera como jefe civil y militar de la Zona. Llegó a Santa Marta el 13 de noviembre y desde entonces comenzaron las desavenencias con el mandatario seccional, quien buscaba un arreglo cordial entre las partes. Eso fracasó y al amanecer del 6 diciembre los huelguistas se apostaron en la plaza y comenzaron a gritar vivas a la huelga. Se ejecutó un llamamiento de atención con corneta para acallar la algarabía. Un capitán los exhortó a alejarse y separarse en cinco minutos. La respuesta unánime fue una retahíla de insolencias, injurias e improperios. Al terminar el plazo, un toque corto indicó su terminación. Una masa compacta de unos mil quinientos individuos se aproximó con aire de desafío. El mismo capitán hizo una advertencia: “Un minuto más y se iniciará el fuego”.

El general Cortés Vargas tomó el megáfono: “¡Señores, retírense, se va a hacer fuego! ¡Les doy un minuto!”. Alguien contestó despectivamente: “Le regalamos el minuto que falta. Métaselo por donde la quema”. Sin rodeos, el general Cortés Vargas gritó: “¡Fuego!”. Del centro de la turba se oyó: “Tenderse”. Comenzaron a sonar las ametralladoras. No fue nada Cortés, Vargas.

Así fue la matanza y el presidente Abadía, madrugó ese día, como de costumbre, a dictar su clase.

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Dionisio(cvtsc)Hace 1 hora
Columna dedicada a la negacionista de Cabal.
Chirri(rv2v4)Hace 4 horas
Oye... Oscar, le sacas chiste hasta a un velorio, tú si eres...
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