Poco le faltó a Carlos Alemán para llegar a los 103 años de vida. En estos tiempos en que uno, con menos edad, se lamenta de que “el alemán” (alzhéimer) nos haga perder la memoria, este, por el contrario, que llevó el mismo apellido de la nación europea donde nació el científico que investigó esa enfermedad, vivió su vida hasta el último día en pleno uso de sus facultades.
Acudí a su apartamento hace unos meses en búsqueda de datos para un trabajo que estaba haciendo sobre los orígenes del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), del cual hizo parte como un modesto luchador del partido, cuando López Michelsen lo creó como respuesta al Frente Nacional. Con una memoria prodigiosa, me citó fechas, nombres y circunstancias en que surgió esa disidencia, que recogió el inconformismo del país bajo la sigla SETT, que aún siguen siendo necesidades insatisfechas de muchos colombianos: salud, educación, trabajo y techo.
Había nacido Alemán en Mompox, hermosa y bien resguardada población del río Magdalena, que el poeta anónimo describió: “Mompox, tierra de Dios, / donde anochece una y amanecen dos, / y si sopla buen viento / amanecen ciento, / y si vuelve a soplar / no se puede contar”.
Es personaje citado por García Márquez en sus memorias, cuando cuenta que fue víctima de un tiro en la Asamblea de Bolívar, al inicio de su carrera política. Junto con el mismo Gabo, con Clemente Manuel Zabala, Héctor Rojas Herazo y los hermanos Ramiro y Óscar de la Espriella, participó en las tertulias literarias en Cartagena. Fue Alemán quien recuperó la obra de Óscar Delgado, poeta magdalenense, fallecido muy joven, que fue publicada por Colcultura gracias a su gestión.
Estaba tan seguro de su longevidad, que cuando conversé con él me anunció que iba a votar por Petro, pero el COVID-19 se lo llevó y la Colombia Humana perdió ese sufragio.
En su pueblo, Mompox, a la entrada del cementerio, aparece la siguiente leyenda: “Aquí confina la vida con la eternidad”. Que buen epígrafe para su tumba.