Quienes saben de música aseguran que Juan Sebastian Bach es el más grande compositor de todos los tiempos.
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Fue prolifero como autor y como padre ya que tuvo 20 hijos con la misma y con dos matrimonios. Una de sus obras más grandiosas son los seis conciertos brandemburgueses que los hizo para atender una solicitud de su alteza real monseñor Christian Ludwig Margrave de Brandemburgo. El 24 de marzo de 1721 se los envió con una carta lo más de lambona, y se entiende porque los compositores de la época eran, prácticamente, sirvientes de los monarcas. El gran maestro se dirige a él con humildad, pidiéndole excusas por la imperfecciones que tengan y que acepte “con benigna consideración, el profundo respeto y la obediencia muy humilde y que yo intento testimoniaros con ellos”.Pero el Monarca recibió el envío y casi con las hojas del pentagrama se limpia lo que sabemos. Parece que no supo apreciarlos y por muchos años fueron colocados en un estante de Palacio junto con otras muchas composiciones. Tras varias vicisitudes, solo en 1850 pudieron ver la luz pública en una edición que se hizo en Leipzig para recordar el segundo centenario del nacimiento de Bach.
También muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento de los estudiantes de la Universidad Nacional de Bogotá, se estaban interpretando cuando uno de los mamertos habituales comenzó a gritar contra la presentación que se estaba haciendo de los que llamaba él “conciertos de la burguesía”. El inolvidable maestro Otto de Greiff, gran crítico musical, se le acercó al exaltado izquierdista y le comentó, con ese humor y la tartamudez que le eran característicos: “Vea joven, no son los conciertos de la burguesía sino los conciertos brandemburguses de Bach”
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