Fue extraordinaria la semana pasada para los amantes de la música clásica. El venezolano Gustavo Dudamel deleitó con las nueve sinfonías de Beethoven que dirigió con la orquesta sinfónica Simón Bolívar de su país en el teatro Julio Mario Santomingo.
Como preámbulo de los cinco días en que interpretó esas obras, el lunes ofreció un concierto binacional en donde también participó la orquesta filarmónica de Bogotá. Las dos tocaron la suite El Libertador, autoría del mismo Dudamel, que hizo para una película sobre la vida de Bolívar.
Dudamel es un joven director de reconocimiento internacional (34 años) que hasta estuvo sonando para tener ese cargo en la orquesta filarmónica de Berlín la cual, por votación de sus propios músicos, elige su director. Tener el puesto que por varios años ostentó Herbert von Karajan no es cualquier cosa. El ilustre visitante venezolano la ha conducido en algunas oportunidades, pero es posible que su cercanía con el régimen de su país haya influído en que su nombre apenas quedara en el sonajero. Quizá por eso se lo llevó el Putín… y eligieron al ruso Kirill Petrenko.
Al presentar su suite, Dudamel, refiriéndose al “último viaje” de Bolívar, recogió la especie del presidente Chávez de que aún no están claras las circunstancias de la muerte del libertador. Ahí si no le sonó la flauta. Ese último episodio quedó claramente definido en su momento, con análisis médicos de Alejandro Prospero Reverand. Y los samarios, en donde falleció, siempre quisieron dar cumplimiento a su última voluntad, consignada en su testamento, de que sus restos reposaran en Caracas. Sin embargo, solo 12 años después de su muerte (1842) fue cuando los venezolanos le perdonaron todos sus pecados y le permitieron su retorno al país, pero muerto.
Dudamel es muy grande, como lo acaba de demostrar en Bogotá. Su profesionalismo es reconocido mundialmente como para empañarlo con esos enlaces in… maduros.