Los vicepresidentes de los EE. UU. tienen mucha importancia, a pesar de que se le ha dado en llamar “Su excelencia superflua”.
Durante más de dos siglos de vigencia de la Constitución federal, se han presentado nueve casos en que ha asumido el vicepresidente para concluir el período, ocho de los cuales por muerte del presidente y uno por renuncia.
A propósito de que lo que apareció aquí la semana pasada, se omitió involuntariamente el caso de Al Gore, vicepresidente de Clinton, demócrata, quien fue candadito presidencial enfrentado al republicano George Bush en el 2000. Fueron muy controvertidas esas elecciones sobre todo porque no se dieron oportunamente los resultados del estado de la Florida en donde coincidencialmente el gobernador era Jeb Bush, hermano del candidato republicano y quien infructuosamente este año buscó la nominación de su partido.
Al Gore es el tercer caso de los que habiendo obtenido el mayor número de votos populares, perdió las elecciones porque tuvo menos votos en el Colegio Electroral. Logró 50'999.897 votos populares para 266 votos en el Colegio Electoral, mientras que Bush con 50'456.002 consiguió 271. ¿Por qué se presenta este fenómeno? Porque en la votación por estados, quien gana se lleva todos los delegados (“winner takes all”), así la diferencia sea pequeña.
Pero lo extraño de este episodio, propio de países del tercer mundo, es que la controversia se suscitó por los 25 votos electorales de la Florida que al final le dieron el triunfo a Bush, gracias a la “buena gestión” de su hermano Jeb, que, como su nombre la indica, es un jet. Si esos 25 votos hubieran sido de Al Gore (como se suponía), gana la Presidencia porque habría logrado 291 contra 246 que habría logrado Bush con esa disminución.
Más pudo el gobernador de la Florida que el presidente Clinton. Ventajas del federalismo.