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Cuando existió la hegemonía conservadora, a los presidentes —podría decirse que ni siquiera había candidatos— los escogía no una corte electoral sino una Corte Celestial: era la Santa Iglesia quien los determinaba. Así se eligió a José Vicente Concha (1914), quien era tan religioso que uno de sus hijos, Luis Concha Córdoba, fue nuestro primer cardenal. Lo sucedió Marco Fidel Suárez (1918), quien había estudiado en un seminario, tanto que estuvo a punto de ser cura. Ellos prácticamente no tuvieron que enfrentarse a ningún otro candidato.
En 1922 ganó Pedro Nel Ospina gracias a un fraude que le hicieron al general Benjamín Herrera (liberal). Para el cuatrienio que se iniciaba en 1930, los conservadores presentaron una lista de precandidatos a monseñor Ismael Perdomo, en donde no aparecía Guillermo Valencia porque era masón. Por eso escogió al general Alfredo Vásquez Cobo. Perdió con el liberal Enrique Olaya Herrera, quien puso fin a la hegemonía. Por eso comenzaron a llamarlo “Monseñor Perdimos”. Después ganó Alfonso López Pumarejo (1934), sin rival. Luego Eduardo Santos (1938), sin rival. Después, López Pumarejo, otra vez (1942), con un solo rival (Carlos Arango Vélez). El liberalismo, dividido entre Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, perdió con Mariano Ospina Pérez (1946). Luego eligieron solo, sin rival, a Laureano Gómez (1950).
Después de la dictadura de Rojas Pinilla vendría el Frente Nacional, en donde se eligieron los presidentes de manera alterna prácticamente sin rivales, salvo en el último cuatrienio a Misael Pastrana Borrero (1970) en unos comicios controvertidos con Rojas Pinilla, resultado de los cuales nació el M-19. Para entonces había siempre un candidato disidente “fijo”: Gabriel Antonio Goyeneche, quien hacía su campaña en los predios de la Universidad Nacional y prometía pavimentar el rio Magdalena.
La Constitución de 1991 trajo consigo la doble vuelta y mayor participación ciudadana para elegir gobernadores y alcaldes. Y hoy tenemos más de cien candidatos a la Presidencia, en donde, por lo menos, 95 son “goyeneches” que prometen pavimentar hasta la estratosfera. Esa es la democracia, maestro.
