El año que se fue se llevó consigo a ese gran personaje y amigo como lo fue Carlos Villalba Bustillo. Abogado, académico, historiador y gran escritor. A pesar de ser liberal de tuerca y tornillo, fue gran defensor de Rafael Núñez, de quien hizo un paralelo con Uribe Uribe, interpretando al hombre del Cabrero como un pragmático que, si bien hizo alianza con el sector conservador de Miguel Antonio Caro y Carlos Holguín para enfrentarse a los radicales, jamás olvidó sus orígenes partidistas. Su única novela, “Wenzel”, relata la vida íntima y política de Núñez, sus relaciones con doña Soledad Román y también con sus vicepresidentes y designados. No se puede desconocer que Núñez fue el estadista y político más importante de su época, quien por más de diez años estuvo en Europa, no exactamente buscando el aro de Gregoria, sino fue a estudiar sus gobiernos y sus teorías económicas. Su sentido caribe y pragmático llevó a Núñez a estar en lugares en donde los conservadores trataban de apoderarse de él y los radicales buscaban distanciarlo. Muestra el relato de Villalba la sociedad pacata de Santafé en donde los mismos radicales (los come curas) hacían comentarios como: “ahí viene el eminentísimo, el excelentísimo y la grandísima”, haciendo referencia a cuando aparecía con el cardenal y la señora Román.
Además de escritor castizo —fue columnista y editorialista de este diario, así como de otros medios—, se desempeñó como magistrado del Consejo de la Judicatura y director de la Cámara de Comercio de Cartagena. Cómo habría contribuido Villalba, con su sapiencia y con su verbo, en el debate reciente sobre la supuesta influencia de los padres fundadores americanos en nuestra independencia. El tema deben estar conversándolo con Ramiro de la Espriella. Con ambos, juntos, no queda títere con cabeza. Y todo por estar dos unidos.