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El próximo sábado 4 de febrero será el centenario del nacimiento del presidente Belisario Betancur. Fue un campesino nacido en Amagá que luchó por llegar a la jefatura del Estado, intentándolo cuatro veces, haciendo honor a su segundo apellido, Cuartas. Lleno de buenas intenciones, deseoso, como otros mandatarios, de conseguir la paz, pero el destino no se lo permitió. Protagonizó, por el contrario, dos hechos que lo marcaron ante la historia: el holocausto del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero.
A pesar de patrocinar los diálogos de paz con las Farc y el M-19, estos se tomaron el Palacio de Justicia con el propósito insólito de hacerle un juicio político. Mucho se especula con la hipótesis de que las Fuerzas Militares no lo dejaron actuar y prácticamente le hicieron un golpe de Estado para asumir ellos el manejo de la situación. Un tanque de guerra rompió las puertas del Palacio y en la retoma dieron muerte a los juristas más distinguidos de aquella época. Hubo oídos sordos ante el llamado de Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema (“¡que cese el fuego!”), y él y varios de sus colegas fueron víctimas de los disparos.
No se ha hecho claridad sobre por qué aparecieron muertos varios de los que salieron vivos del Palacio. El presidente Betancur quedó encerrado en la Casa de Nariño, ignorante de lo que ocurría enfrente, a pocos metros de la sede presidencial. No habían terminado de apagarse las llamas del Palacio de Justicia cuando el 13 de noviembre se produjo la erupción del volcán del Nevado del Ruiz, que borró del mapa a la población de Armero, dejando más de 25.000 muertos, convirtiéndose en la tragedia natural más grande que ha ocurrido en la historia de Colombia.
El conservador progresista, el intelectual metido en la política, el escritor y poeta, el buen señor, todo eso quedó borrado con los dos hechos que lo marcaron en la recta final de su gobierno.
Siempre fue el presidente Betancur un viajero sobre la tierra, estilo de vida que le dio título a uno de sus muchos libros.
