No me imagino ver al coronel Aureliano Buendía en Netflix, ahora cuando se anuncia que será llevada al cine Cien años de soledad. García Márquez parecía no compartir el proyecto de ver a los personajes de su obra en el celuloide, a pesar de que sí permitió que ello se hiciera con otras, como El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba y Crónica de un muerte anunciada. En muchas ocasiones se le oyó decir que la llevada al cine de Cien años no era posible porque ya había muerto la persona que podía representar al coronel Aureliano Buendía: Mario Latorre Rueda. Esa figura alta, de bigotes encanecidos, fue la imagen que tuvo de su personaje cuando estaba escribiendo la novela. Latorre Rueda fue un abogado y politólogo santandereano que militó en el MRL y estuvo muy vinculado a la facultad de Ciencia Política de la Universidad de los Andes. Falleció a los 70 años cuando se iniciaba la presidencia de su amigo Virgilio Barco, quien puso en práctica su tesis sobre el manejo del Estado, en donde confluyeran el Gobierno y la oposición.
Cien años de soledad, como lo saben los millones de lectores que ha tenido en el mundo, es la historia de Macondo que describe una realidad social y familiar. Es un pueblo del Caribe colombiano, de una familia en donde sobresalen dos, un varón, el coronel Aureliano Buendía, y una mujer, Úrsula Iguarán. El primero, un coronel de la guerra, solitario, hacedor de pescaditos de oro, tímido y mujeriego, al lado de Úrsula Iguarán, soporte de esa familia en donde hay de todo, hasta una Remedios, la bella, que, como la virgen María, sube en cuerpo y alma a los cielos.
En la época de cine de García Márquez no había series de capítulos y ni de temporadas, como a las que nos tiene acostumbrados Netflix; por eso, gracias a ese esquema, las 350 páginas de ese vallenato escrito son posibles en la televisión. Ojalá no nos decepcionen. Pero, por favor, no le modifiquen el nombre, que, en cambio de Cien años de soledad, le pongan Un siglo de ausencia, como el bolero de los Panchos.
