Siempre se ha dicho que Colombia es un país de leyes cuando la verdad es que más parece un país de constituciones.
Aquí para solucionar un problema no piden una ley sino una Constituyente. Eso están solicitando las Farc cuando los acuerdos que han suscrito simplemente dan para unas leyes. Luego, ¿para qué meternos en ese salto al vacío, como sería una Constituyente?
Nuestra historia demuestra que todas las constituciones se han expedido pensando en alguien, la mayoría de las veces para tirárselo. La Constitución de 1830 se aprobó para Bolívar, claro sin las disposiciones dictatoriales de la llamada Constitución Bolivariana. Igual que la Constitución de 1886, para darle gusto a Núñez, a pesar de que no le gustó. En cambio la de 1853 fue para darle por la cabeza a Obando, estableciendo la elección popular de magistrados de la Corte y procurador para que no tuviera intervención en la escogencia de esos funcionarios. La Constitución de 1863 se aprobó para bajar de su pedestal al general Mosquera, a pesar de que él fue quien convocó la Constituyente.
La reforma de 1910 fue para tirarse a los nuñistas de la regeneración —los Caros y los Holguines— y de paso cerrarle el camino al general Reyes. Las enmiendas de 1936 y la de 1968 fueron, por el contrario, para engrandecer a López Pumarejo y a Lleras Restrepo, consolidándolos ante la historia. Si bien la Constituyente de 1991 le colocó una aureola a César Gaviria, le cerró el paso para una reelección presidencial.
¿Qué buscan las Farc con una Constituyente? Jamás van a conseguir en esa Asamblea el cambio del Estado y ni pensar en establecer un socialismo del siglo XXI. No es posible que ellos consigan una representación que apruebe un programa de gobierno que merezca cambio en la Constitución según sus criterios
Es un decir, pero a veces uno lo cree: a algunos guerrilleros la estadía en la isla les ha servido es para lograr, ellos, una abultada constitución. Porque bien repuesticos si se ven.
