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Que el gobierno de Maduro hubiera desconocido el resultado electoral del seis de diciembre no habría sido extraño.
Basta repasar la historia venezolana, a partir de Rómulo Gallegos, para no remontarnos al siglo XIX, ni a Cipriano Castro ni a Juan Vicente Gómez. Restaurada la democracia el 14 de diciembre de 1947, el pueblo venezolano, por votación popular, eligió presidente al intelectual Rómulo Gallego, pero su gobierno fue muy corto, de apenas nueve meses. Lo despojaron, lo metieron preso, y las riendas del poder quedaron en manos de una junta militar integrada por los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud, quien la presidía, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera.
El cinco de julio de 1950, a la salida de un acto público, el coronel Delgado Chalbaud fue secuestrado y luego asesinado, por lo cual el Gobierno quedó en manos de una junta, integrada por militares y civiles, quienes escogieron a un representante de estos últimos, para que la presidiera, a Germán Suárez Flamerich. Se comprometieron a convocar elecciones, pero solo se llevaron a cabo el 22 de noviembre de 1952. El Gobierno, liderado por el propio Suárez Flamerich, creó el Frente Electoral Independiente (FEI) con la seguridad de alcanzar las mayorías para la Asamblea Nacional Constituyente, pero, contrario a sus deseos, ganó la Unión Republicana Democrática (URD) que comandaba Jóvito Villalba. El ministro de Defensa y miembro de la Junta de Gobierno, Marcos Pérez Jiménez, desconoció los resultados electorales, asumió el poder y se hizo nombrar presidente provisional, cargo en el que estuvo hasta el 23 enero de 1958, cuando fue derrotado. Luego vinieron los gobiernos constitucionales de Acción Democrática y el Copei.
Entonces, ¿qué habría tenido de raro que el gobierno de Maduro hubiera desconocido los resultados electorales del seis de diciembre? Tal parece que ha madurado porque en Venezuela ha sido normal que, después de un descontento general, surge un general contento.
