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El asilo y la política

Óscar Alarcón

23 de abril de 2024 - 04:05 a. m.

A propósito del tema del asilo en la Embajada de México en Quito, bueno es recordar lo que ocurrió en la sede diplomática de Chile en Bogotá durante el gobierno de Laureano Gómez y Roberto Urdaneta Arbeláez. Estaba siendo perseguido un dirigente liberal de Cundinamarca, Saúl Fajardo, quien había sido diputado a la Asamblea de Cundinamarca y ejercía su profesión de farmaceuta. Asesinado su padre, se convirtió en guerrillero. El gobierno conservador de entonces lo sindicaba por rebeldía y disfrazado se escondió en casa de un amigo y buscó la ayuda de Carlos Lleras Restrepo para que gestionara un asilo diplomático en una embajada. Logró Lleras Restrepo que su amigo, el diplomático chileno, Julio Barrenechea, le permitiera a Fajardo llegar a esa sede y darle asilo provisional.

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El Gobierno colombiano objetó la concesión del asilo y ante esa decisión el diplomático chileno no tuvo otra opción que dejarlo a la buena de Dios, despidiéndose de él con un abrazo. Sereno salió de la casa y recibió, cuando daba el primer paso, una lluvia de balas. La Policía no hizo siquiera el intento de pedirle que se rindiera. La consigna era matarlo, y lo mataron. Le aplicaron la “ley de fuga”. El diplomático chileno, Julio Barrenechea, indignado con su Gobierno, presentó renuncia de la Embajada.

Cuenta Carlos Lleras Restrepo en la crónica de su vida: “Sobre Saúl Fajardo tenía yo buenas referencias y en su región era de general conocimiento que, lejos de ser un hombre sanguinario, condenó siempre los excesos de una lucha que en Yacopí, municipio ciento por ciento liberal, provocaron reacciones repetidas contra la Policía”.

Los hechos sucedieron días previos al 6 de septiembre 1952, cuando incendiaron las casas de los dirigentes liberales Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo y la sede de los periódicos El Tiempo y El Espectador.

Eran otros tiempos y otros los espectadores.

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