El general Rafael Reyes, el de la dictadura del Quinquenio, se hizo prorrogar su período presidencial y eso no gustó a muchos. Por esa razón intentaron darle un golpe de Estado y ante ese fracaso planearon un atentado teniendo en cuenta que el mandatario salía de Palacio todos los días a dar un paseo por la ciudad.
El pasado 10 de febrero se cumplieron 117 años de la fallida conspiración en su contra. El general Reyes salió a cumplir su rutina en compañía de su hija Sofía. Tomó el camino habitual hacia Chapinero y al llegar a Barro Colorado —donde hoy está ubicada la Universidad Javeriana— le ordenó al cochero que regresara, siendo las 11:30 de la mañana. Entonces observó que uno de los jinetes que estaba en San Diego y que los había seguido sigilosamente se adelantó a detener los caballos. Dos de los cómplices, uno por el lado izquierdo y otro por el derecho, disparaban sus revólveres. Inmediatamente, Reyes ordenó a su cochero que fustigara los caballos y atropellara al sicario, pero este se hizo a un lado y siguió disparando. Después todos huyeron despavoridos.
Los autores del frustrado asesinato fueron capturados y condenados en proceso breve y sumario a la pena capital, que entonces estaba permitida por la Constitución. Fueron ejecutados en el propio lugar de Barro Colorado.
Los autores materiales fueron identificados como Marco Arturo Salgar, Roberto González y Fernando Aguilar, y como autor intelectual fue señalado Pedro León Acosta.
Hoy no hay que jugar con candela. Colombia es un Estado de derecho y no un Estado de opinión. Las normas se discuten, se debaten y se aprueban en el Congreso, que es el lugar adecuado. Pasaron los tiempos de dictadura y de los mandatarios que gobiernan desde el balcón de Palacio, como Núñez que enterró la Constitución de 1863. Las leyes se aprueban en las cámaras y el pueblo espera pacientemente, así sean pacientes de salud.