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El destacado abogado Ernesto Rengifo hizo en la Academia de Jurisprudencia una interesante exposición sobre las patentes y la competencia y trajo a cuento un caso nuestro que muestra cómo controversias como esa siempre han existido, no son nuevas, y se suscitan desde tiempos remotos.
Reveló que el Diario Oficial del 15 de febrero de 1890 publicó la solicitud que hizo el ciudadano Antonio Izquierdo para que se le diera la patente exclusiva del calzado llamado alpargata por cuanto él había introducido una mejora en ellas al sustituir la suela de fique por suela de cuero. De esa manera, decía el solicitante, “la alpargata con una faja de hilo que rodea el pie y con un cordón, hace subir la capellada y le he agregado una plantilla de badana”.
Además de explicar su “invento”, Izquierdo adjuntaba a su memorial dos copias auténticas del producto (dos alpargatas), según lo exigía el artículo 5º de la ley del 13 de mayo de 1869. Pedía la patente de privilegio por diez años para su fabricación y venta. Se le respondió favorablemente el 21 de abril por el presidente de la época, Carlos Holguín, y su ministro de Fomento, Leonardo Canal. Pero cuatro años más tarde un grupo bastante numeroso de personas pidió la revocatoria de la patente concedida alegando que desde hacía muchos años se hacían alpargatas de suelo de cuero de vaqueta y capellada de género y de formas distintas “sin que nadie nos hubiera impedido la construcción de ellas”. Y agregaban: “Si mañana se presenta Juan o Diego haciendo pan de una forma cuadrada en lugar de redondo, como se acostumbra, pidiendo privilegio, y se le concediera, ¿a dónde iría a parar este pueblo?”.
El Gobierno no quiso dirimir el conflicto y los remitió al poder judicial para que expusieran sus derechos, si se creían perjudicados.
Las alpargatas siguen arrastrándose. Quién sabe cómo se dirimiría el conflicto. Sería un caso para nuestro actual superintendente, Pablo Felipe Robledo. Porque zapatero a tus zapatos. O a tus alpargatas, así sean del pie Izquierdo.
