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El escritor y el profeta

Óscar Alarcón

18 de octubre de 2022 - 12:30 a. m.

García Márquez no solo fue un excelente escritor, sino que además tenía condiciones de profeta. ¿Quién, en 1960, se iba a imaginar que el papa visitaría Colombia, que lo iba a recibir un presidente chiquito y rechoncho como lo era Carlos Lleras, y que su ministro de Gobierno, en su realismo mágico, tocaría el redoblante en la plaza y se llamara Pastrana (en el relato, Pastor, y en la vida real, Misael)? Solo un profeta podía adelantarse así a los hechos. En el primer capítulo de Cien años de soledad predijo la llegada de la internet.

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En el homenaje que Gabo les hace a sus amigos de Barranquilla —Álvaro, Germán y Alfonso—, en las páginas finales también de Cien años de soledad, asegura que Álvaro fue el primero que atendió el consejo de abandonar Macondo: “Lo vendió todo, hasta el tigre cautivo que se burlaba de los transeúntes en el patio de la casa, y compró un pasaje eterno en un tren que nunca acababa de viajar”.

Pues Álvaro —Álvaro Cepeda Samudio— fue el primero de ellos que partió, muy joven, hace 50 años, como se ha recordado por estos días. También cuentista, novelista, periodista y con fugaz incursión en el cine. De él se pudo esperar mucho más, pero el destino se lo llevó en la plenitud de su producción. Se recuerdan los cuentos reunidos en el volumen Todos estábamos a la espera, su novela La casa grande, su producción juvenil de 1944-1955 (En el margen de la ruta) —buscada y recopilada con minuciosidad de relojero por el francés Jacques Gilard y reimpresa recientemente por Julio Olaciregui—, pero además todo el resto de su obra, en antología, con selección y prólogo de Daniel Samper Pizano.

Afortunadamente, gracias a estos seguidores y buenos investigadores, las páginas de Cepeda Samudio no se las llevó el viento como ocurría con sus desordenados cabellos. Caribe y barranquillero, de risotadas y desfachatez que siempre acompañaba con cerveza bien fría, como excelente publicista y defensor de Águila y Costeña.

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Se fue Cepeda, gran amigo de Gabo, el escritor y el profeta. De eso hace ya 50 años... que también han sido de soledad.

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