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El juicio a Uribe

Óscar Alarcón

05 de agosto de 2025 - 12:05 a. m.
“Que los amigos del expresidente no comiencen a presionar porque de pronto les va peor. Dejen que la justicia falle”: Óscar Alarcón.
Foto: Óscar Pérez

Finalizó el juicio al expresidente Álvaro Uribe. Fueron más de diez años de un proceso que se inició por él mismo cuando denunció al senador Iván Cepeda. La Corte Suprema de Justicia no solo absolvió al acusado, sino que, contrario a lo que pensaba el exmandatario, compulsó copias y se inició un proceso en su contra. Uribe, que es gallo de pelea, comenzó su defensa y cuando observó que en el alto tribunal las condiciones no le eran favorables, optó por un procedimiento al que él originalmente dijo que no acudiría: que lo juzgaran los jueces ordinarios, y para eso renunció a su condición de senador. Él es hábil e inteligente, nadie lo discute.

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Antes de la Constitución de 1991 los congresistas, por su condición de privilegio, gozaban de lo que entonces se conoció como “inmunidad parlamentaria”, según la cual ningún juez de inferior categoría podía juzgarlos. Cuando estaban acusados de un delito era necesario que sus colegas de corporación les levantaran esa inmunidad, previo análisis —hecho por ellos mismos— de que la inculpación no tenía razones políticas. Los constituyentes del 91, para evitar ese engorroso procedimiento, optaron porque a los congresistas los juzgara, no un juez cualquiera, sino la Corte Suprema de Justicia, el órgano de mayor jerarquía, en donde no interviene la Fiscalía.

Confiado en que contaba con un fiscal amigo, renunció a su condición de senador y escogió quien lo juzgara. Pero los tiempos cambiaron, y también el tristemente doctor Francisco Barbosa. Se encontró con una juez imparcial, Sandra Heredia, que estudió con atención el proceso y no se amilanó ante la presión del Centro Democrático, de columnistas de prensa y amigos de su entorno que pretendían influir ante quien, con juicio, con rectitud y en defensa de la jurisdicción y de las instituciones democráticas, en la soledad de su despacho, buscaba la verdad y aplicar justicia.

El proceso sigue en segunda instancia en el Tribunal Superior de Bogotá ante la amenaza de que en octubre pueda prescribir. Pero, por favor, que los amigos del expresidente no comiencen a presionar porque de pronto les va peor. Dejen que la justicia falle, para que no falle.

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