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Con Peñalosa triunfó el voto castigo.
Hace unos meses, sobre la base de que los partidos del “sistema” (liberales, conservadores, Cambio Radical y Centro Democrático) estaban cada uno por su lado, se daba por seguro el triunfo de la izquierda, como había ocurrido en Bogotá en las tres ocasiones anteriores. Pero se impuso el antipetrismo. El electorado capitalino no tuvo en cuenta la preparación y la experiencia de Clara López, de la que se hablaba muy bien. Prefirieron castigar al Polo por el legado del “carrusel de la contratación” y la ineficiencia del actual alcalde. Ante esa actitud, volvieron nuevamente hacia Peñalosa, luego de cuatro derrotas en serie. Lo consideraban un buen administrador y un mal político. Y en ese deseo de darle duro al Polo sacrificaron a otro buen candidato, como era Rafael Pardo.
Después de ser excelente alcalde, Peñalosa en 2006 no logró el umbral para llegar al Senado; luego, al año siguiente, Samuel Moreno lo derrotó en su aspiración a la Alcaldía; su hoy aliado Antanas Mockus le ganó la nominación a la Presidencia por el Partido Verde, y en 2011 el ineficiente Petro le impidió ser elegido alcalde.
Tras cosechar derrotas, el otrora mal político repite, por fin, la Alcaldía de Bogotá. En los debates que precedieron las elecciones que acaban de cumplirse, todos los candidatos hablaron de la necesidad de construir el metro en Bogotá. Con esa bandera Peñalosa fue elegido la primera vez y en su gobierno cambió su propuesta por el Transmilenio, que es una solución para ciudades pequeñas (como Curitiva, de donde lo trasplantó), y no para una ciudad que tiene la densidad poblacional de Bogotá, y por eso ha hecho crisis. En su discurso de triunfo no lo mencionó, ni siquiera habló del metro elevado. ¿Lo iniciará? El gran reto de Peñalosa es resolver la movilidad en Bogotá. Él, que se ha movido tanto en política, sabe de movilidad y por eso debe comenzar el metro. Quien mide casi dos metros debe darle uno a Bogotá.
