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En el 2030, la Procuraduría General de la Nación cumplirá 200 años. Es mejor que los cumpla y continúe. Nació en la Constitución de 1830, pero se dijo allí que quien ejercía el cargo lo hacía como agente del Poder Ejecutivo. Desapareció en las dos siguientes Cartas —las de 1832 y 1843—, pero revivió en la de 1853 con el impulso de Florentino González, quien propuso que se eligiera al titular del Ministerio Público por votación popular. Fue él uno de los más férreos defensores de la institución y llegó al cargo gracias a ese procedimiento. El país ha tenido más de 60 procuradores y la notable importancia de la entidad ha sido tal que, en Constituciones anteriores, quienes lo ocupaban tenían la posibilidad de asumir la Presidencia en las faltas absolutas o temporales del titular.
Por eso se encargaron de la jefatura del Estado los procuradores Bartolomé Calvo, Juan Agustín Uricoechea, Manuel María Ramírez y Clímaco Calderón. José Vicente Concha, después de haber sido procurador, fue elegido presidente para el período de 1914 a 1918.
Hoy la Procuraduría ha sido objeto de un largo debate. Han propuesto su desaparición o han cuestionado la forma como se elige. La actual titular, Margarita Cabello Blanco, pasó de ser ministra de Justicia del gobierno a ser ternada por el propio presidente, y ahora llega a sucederla el secretario general del Senado, Gregorio Eljach, quien durante más de 10 años ha convivido con la clase política. Lo paradójico de esa elección es que votaron por él la casi totalidad de los miembros de la corporación y fue ternado por un presidente de “izquierda”, quien se comprometió combatir los vicios que persisten. Ese sí fue un golpe blando, dado con la derecha. Fue una verdadera jugada maestra, en “U”.
Que al nuevo procurador el cargo no le saque canas, porque se convierte en Cabello Blanco.
