A pesar de que se quejan de los EE. UU., hay un sinnúmero de compatriotas que desearían vivir en el país del norte, aun sufriendo con un gobierno tan nefasto como el de Trump. Ese sueño americano no es de ahora, sino que data del siglo XIX cuando hubo quienes propugnaban la anexión de lo que hoy es Colombia a esa nación. Lo propuso el gran jurista Florentino González, procurador de la época, en momentos en que se discutía en nuestro Congreso una reforma constitucional del Gobierno de Mariano Ospina Rodríguez y del Ministerio Público que se convertiría en la Constitución centro federal de 1858. Los autores de la iniciativa, que era víctima de los tropiezos naturales de nuestros proyectos en el Congreso, propusieron que en caso de que no se adoptara “se decretase la adhesión del territorio granadino a los Estados Unidos de América”.
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“Pasando a ser parte de la Unión Americana —decían—, los estados granadinos se hallarían en la misma condición que los estados de Nueva York, Pensilvania y los demás de la Confederación; gozarían de la protección que en el exterior puede darles el poder de aquel gran pueblo, y conservarían su gobierno propio y los medios de mejorar su condición exterior, sin los riesgos de esas incursiones vandálicas de que ahora estamos amenazados”.
Hoy no solo están amenazados de las incursiones vandálicas el país del norte sino también Europa, el Medio Oriente, Latinoamérica y tantos otros que atentan contra la paz del mundo. Cuando don Florentino y Ospina Rodríguez hicieron la propuesta no habían estallado las guerras mundiales y nosotros apenas veíamos cerca la guerra de los mil días y todo lo que nos depararon los siglos XX y XXI. Si, por el contrario, la hubieran aprobado, nos habríamos salvado de unos que otros místeres, Petro no tendría problema de visa, no estaría en la lista Clinton, hablaríamos fluido el inglés y hasta de pronto seriamos el estado 51 de la Unión Americana. De lo que nos perdimos.