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La campaña del plebiscito que acaba de concluir estuvo llena de mentiras y eso influyó en el resultado, porque muchos las creyeron. Basta citar una. Se dijo insistentemente que la ley que convocó el plebiscito había reducido el umbral. Falso.
Para un referendo, no para el plebiscito, la Constitución señala en el artículo 378 que para aprobarlos se requiere “el voto afirmativo de la mitad de los sufragantes, y que el número de estos exceda de la cuarta parte total de los ciudadanos que integran el censo electoral”. Es decir, que el umbral de participación es del 25 por ciento del censo electoral y el de aprobación del 12,5 por ciento.
Aseguraban que se había reducido el umbral porque la ley del plebiscito sostuvo que se aprobaba con el 13 por ciento del censo electoral, cifra que se superó con creces: el 13 por ciento de 34’899.945 (censo electoral) es 4’536.993. Y el plebiscito se negó el domingo con 6’431386.
Si se hubiera adoptado la fórmula del referendo que señala la Constitución, para negar el plebiscito el umbral hubiera sido de 4’362.493, que es el 12,5 por ciento de 8’724.986, o sea la cuarta parte del censo electoral, cifra que es inferior a 4’536.993 en 174.500, que fue la exigida. Entonces ¿cuál reducción del umbral? Antes por el contrario, se aumentó. Fue esta una de las muchas mentiras que se utilizaron para promover el No y que caló en muchos.
Además, la fórmula que se aplicó fue conveniente para incentivar la participación, que fue cercana a 13 millones, a pesar de que la abstención se acercó al 63 por ciento. En cambio en el referendo de Uribe, en el 2003, la participación fue solo de 5,5 millones, porque se aplicó el umbral del artículo 378 de la Constitución y eso significó que se aprobara uno solo de los artículos propuestos. El ciudadano optó por abstenerse y no votar No.
El tal umbral fue una de las muchas mentiras que condujeron al triunfo que hoy nos tiene en la encrucijada, con todo y Cristo.
