De los 70 delegatarios a la Constituyente, el movimiento M-19, que en su momento lideraba Antonio Navarro Wolff, haciendo honor a su número eligió a 19 y entre ellos a un intelectual y expolítico, Alberto Zalamea. Mientras que el liberal Juan Carlos Esguerra Portocarrero, elegido en las listas de Salvación Nacional de Álvaro Gómez, se hizo la señal de la cruz antes de estampar su firma en la Constitución de 1991, Zalamea se abstuvo de concurrir al acto de la sanción porque consideró que 18 horas de trabajo continuo durante 150 días habían sido suficientes.
Había hecho política Zalamea con grupos independientes —varias veces llegó al Congreso—, gran periodista, pero fundamentalmente era un intelectual, hijo de Jorge Zalamea, el poeta de El sueño de las escalinatas, y pariente de Eduardo Zalamea Borda, el descubridor de García Márquez en El Espectador. En la Constitución de 1991, además de intervenir en la discusión de varias de sus normas, hizo un aporte muy importante, el artículo 95: “La calidad de colombiano enaltece a todos los miembros de la comunidad nacional. Todos están en el deber de engrandecerla. El ejercicio de los derechos y las libertades reconocidos en esta Constitución implica responsabilidades”.
La norma jamás se cita y es la más importante de la Carta. Colombianos como García Márquez y Fernando Botero le han dado lustre al país, igual que ciclistas como Egan Bernal, Nairo Quintana y Rigoberto Urán, futbolistas como James Rodríguez, el Pibe Valderrama, Falcao y ahora Lucho Díaz, y muchos más.
Con el solo hecho de que se cumpliera ese artículo se enaltecería la comunidad y nuestro país estaría engrandecido. Eso es lo que hacen muchos industriales y comerciantes, y millones de trabajadores, no así la mayoría de la clase dirigente que ha desprestigiado nuestras instituciones. Ya no solo exportamos drogas, sino estrategias militares para asesinar a presidentes.
¡A lo que hemos llegado! Deberíamos cumplir ese solo articulito de la Constitución para enaltecer y engrandecer la patria.